Van 25 minutos del primer tiempo y por primera vez Facundo Sava se despega de la línea lateral y recorre los 10 metros que hay hasta el banco de suplentes en el Mario Kempes. Lo hace para dialogar con sus colaboradores. Va caminando cabizbajo y meneando la cabeza hacia los costados. Es imposible meterse en la cabeza del entrenador, pero es fácil entender lo que está pensando: falló. El partido aún está 1-0 pero no hay vuelta atrás: su equipo es una sombra en del campo y él es responsable porque se equivocó en el armado del equipo. Apenas un minuto después Federico Girotti marcó el 2-0, la historia está sentenciada.
Ramón Sosa es el mejor jugador del fútbol argentino. Los grandes europeos están agazapados esperando que se abra el libro de pases para venir a llevárselo. Es que el paraguayo hace todo bien. Es distinto; veloz, pícaro, habilidoso, generoso. Por eso, lo lógico hubiese sido que el ex técnico de Huracán tomara los recaudos necesarios para controlarlo, pero la realidad es que no. O si lo intentó, en la cancha no estuvo ni cerca de plasmarse esa idea.
Sosa hizo siempre lo que quiso con la defensa de Atlético. Sería fácil caer sobre Agustín Lagos que la pasó mal, pero la culpa es del entrenador. Aunque para ser benévolo con el “Colorado”, también hay responsabilidad de los dirigentes, que se encargaron de armar el plantel,. Con la lesión de Néstor Breitenbruch, el DT no tiene otro lateral por derecha.
En este fútbol postpandemia, con cinco cambios disponibles es imperdonable que el técnico haya esperado hasta el entretiempo para acomodar las piezas. Los ingresos de Renzo Tesuri y Adrián Sánchez por Coronel y Acosta acomodaron un poco al equipo. Pero no alcanzó.
El orden en el segundo tiempo duró apenas nueve minutos, hasta que Sosa se volvió a encontrar con pelota y campo para avanzar. Esa jugada terminó en el 3-1 convertido por Matías Galarza, con complicidad de José Devecchi. Ahí se apagó la llama de ilusión que se había encendido en el cierre del primer tiempo con el gol de Justo Giani.
Fueron en total 772 minutos los que pasó Atlético sin convertir. La situación ya era desesperante; por eso se gritó como se gritó en el banco de suplentes. Fue el 1-2 transitorio, pero Giani se sacó la mufa y el gol se festejó como un campeonato.
Van 24 minutos del segundo tiempo. Sava hace un gesto de negación y tira una botella de agua contra el piso. Talleres acaba de marcar el cuarto gol, que como el tercero, llegó luego de una sucesión de errores y con un denominador común: Sosa, la figura de la cancha. El fastidio de Sava es porque en el complemento su plan volvió a fallar.
La pesadilla de Atlético duró 10 minutos más, hasta que Walter Ribonetto, técnico de la “T”, decidió sacar al “24” en medio de una ensordecedora ovación. Algunos plateístas tomaron eso como la finalización del partido, porque empezaron a evacuar el estadio inmediatamente; la historia ya estaba liquidada hacía tiempo.
Cuando el cronómetro marcaba apenas un minuto, Botta apuró el lateral y tiró un centro que encontró a Girotti tras un remate, y un despeje de Flores, Sosa dejó a la defensa pagando y puso el 1-0, aunque el línea, luego avalado por el VAR: sancionó posición adelantada. Menos de 30 segundos después, otra vez Sosa quedó sólo dentro del área y remató cruzado; Devecchi tapó (la única que atajó en el partido), y en el rebote, Girotti la empujó. Dos goles le hicieron a Atlético en tres minutos. Se presentía una goleada y así fue. Talleres le dio una paliza al “decano” y lo venció por 4-1.
¿El consuelo? Atlético volvió a convertir y fue noticia, así como la goleada. Se jugaron 10 fechas de 14 y el equipo de 25 de Mayo y Chile aún no pudo ganar. Qué complicado parece todo. ¿Habrá tocado fondo? Por el bien del club, se espera que sí.